l 17 de julio del 2019, una mujer describió durante el juicio del «Chapo» el costo emocional de haber sido un blanco de los sicarios de Joaquín Guzmán Loera, el «Chapo» Guzmán, quien ahora se encuentra cumpliendo una condena perpetua por narcotráfico. Se trata de Andrea Vélez quien desempeñó una variedad de funciones para el ex líder del cártel de Sinaloa.
Andrea fue asistente personal de Joaquín Guzmán, pero también fue víctima de un plan para asesinarla por ser informante confidencial del FBI.
“Soy un milagro de Dios, porque Guzmán intentó matarme”, dijo ella.
Vélez, de edad desconocida, apareció en la Corte de Distrito Federal en Brooklyn en julio del 2019 para hablar sobre cómo le habían afectado los crímenes de Guzmán.
Aunque Guzmán fue declarado como responsable de matar a decenas de personas, ella fue la única persona en rendir lo que se conoce como una declaración de impacto a la víctima.
En un discurso de quince minutos lleno de lágrimas, dijo al juez, que al final condenó al capo a cadena perpetua, que alrededor del año 2013, después de que su relación con Guzmán se desgastó, él pagó un millón de dólares a un grupo de los Hells Angels para que la asesinaran.
En ese entonces Andrea Vélez apareció en la corte, como una de las figuras más enigmáticas en uno de los juicios penales más teatrales en décadas.
Vestida con un traje sastre negro con su cabello recogido en una cola de caballo, Vélez habló de sobrevivir al plan para asesinarla, de sus pesadillas persistentes y de la catarsis de finalmente confrontar a su asesino en potencia.
Te perdono como espero que puedas perdonarme”, le dijo a Guzmán, entre sollozos.
También dijo que, después de siete años de trabajar encubierta para el gobierno y de manera confidencial, estaba lista para salir de las sombras. Sin embargo, después de su aparición, las sombras todavía la rodean.
El trabajo de Andrea Vélez con Álex Cifuentes
De acuerdo con el testimonio en el juicio de Guzmán, Vélez comenzó a trabajar alrededor de 2010 como asistente de uno de los lugartenientes de Guzmán, el narcotraficante colombiano Álex Cifuentes Villa.
Ella conoció a Cifuentes en Cancún, México, y viajó en su representación a Colombia, Ecuador y Canadá, para manejar los detalles de sus negocios de droga.
Aunque ese se convirtió en su trabajo principal, ella tenía otro trabajo como administradora de una agencia de modelaje, de acuerdo con testigos en el juicio. En ese puesto, demostró el testimonio, ella ocasionalmente arreglaba relaciones pagadas entres sus amigas y hombres acaudalados y poderosos.
Guzmán, siempre atento a encontrar nuevo talento, empleó a Vélez en algunas ocasiones, al utilizarla para lo que equivalía a una serie de trucos sucios.
En 2013, de acuerdo con evidencia en el juicio, ella se hizo pasar por una prostituta y sirvió como carnada para un militar ecuatoriano corrupto que el capo deseaba secuestrar. Por esa época, después de descubrir que Vélez organizaba fiestas privadas para un destacado general mexicano, Guzmán le solicitó que le ofreciera al general un soborno de 10 millones de dólares.
Ni el Chapo ni Cifuentes sabían que el FBI se acercó a Vélez en septiembre de 2012 y la convencieron de que los espiara a ambos. La ficha de negociación de los agentes fue una declaración jurada sellada que regresó en contra de Vélez cuatro meses antes en Manhattan.
Gran parte del trabajo encubierto de Vélez para el FBI permanece bajo secreto oficial, aunque los fiscales en el caso recientemente revelaron que ella realizó grabaciones en video de al menos uno de los socios de Guzmán que nunca han sido dadas a conocer. También revelaron que ella ayudó a Guzmán a llegar a un acuerdo con un escritor fantasma para contar la historia de su vida para un proyecto cinematográfico.
Los fiscales agregaron que ella se reunió con Guzmán en diversas ocasiones y “brindó información que ayudó a las autoridades a finalmente arrestarlo y capturarlo”. No explicaron cuál fue esa información.
En la corte el 17 de julio del 2019, Vélez dijo que cuando conoció a Guzmán ella estaba impresionada por su aparente amabilidad y carisma. Ella lo vio como educado, de buenos modales y preocupado por ella.
No obstante, al final, dijo ella, decidió que sufría una especie de síndrome de Estocolmo y no era la aliada del capo, sino su prisionera, que solo podría abandonar su organización “en una bolsa de plástico y con los pies por delante”.
Mis sueños de grandeza se convirtieron en mis peores pesadillas”, dijo a la corte y rompió en llanto. “Perdí a mi familia, mis amigos. Me convertí en una sombra sin nombre”
Ese nombre —si en efecto es su nombre verdadero; ya que por lo menos un testigo declaró en el juicio de Guzmán bajo un seudónimo— no aparece en ningún lugar en la base de datos federal de casos. Aunque Vélez fue acusada, se declaró culpable y ya fue condenada, aparentemente no hay ningún registro público de su caso. Emily Palmer colaboró con este reportaje.
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