‘El Depredador’, su propia bestia

Debe haber una regla universal para los blockbusters estúpidos de Hollywood: si entretiene se aprueba su idiotez y se justifica su existencia.¿Qué otra cosa se puede esperar de un filme de acción de alto presupuesto, ya sea sobre un alienígena asesino, superhéroes, espías, etc?

Mínimo que sea entretenido, nada más, para eso se hicieron, ¿no? Y bueno se estrenan miles de estas cintas al año, quizá la mayoría productos desechables. Tal es el caso de “El Depredador” (“The Predator”), cuarto filme en la saga del extraterrestre cazador que se vuelve invisible y tiene visión térmica (sexto si contamos los dos de “Alien vs Predator”). Esta franquicia sufre de un mal común: la primera es una obra maestra y todas las secuelas son malas tirándole a pésimas. Así pues, las expectativas deberían ser bajas para esta entrega, salvo que la presencia de Shane Black en la dirección y el guion nos da algo de esperanza. Pero no se deje engañar, esta no es una buena cinta, sin embargo, aunque parezca sorprendente, cumple con la regla antes mencionada. Es una comedia de horror que divierte lo suficiente para que valga la pena pagar el boleto.

La historia comienza con una nave espacial escapando de otra. Obviamente termina por estrellarse en la Tierra, justo donde el francotirador Quinn McKenna (Boyd Holbrook) se encuentra en una misión especial matando unos narcotraficantes. La creatura que la pilotea termina en un laboratorio secreto del gobierno, así como buena parte de sus aditamentos y el militar interrogado y encerrado. Sin embargo, antes de llegar a este punto, el tipo manda parte del traje del alien por correo a casa de su hijo (Jacob Tremblay) y su exmujer (Yvonne Strahovski), porque está convencido de que nadie le iba a creer su historia. No contaba con que el autismo del niño sería capaz de activar estos extraños aditamentos haciendo que la guerra intergaláctica del principio continúe. McKenna conoce a otro grupo de soldados dementes, también encerrados, quienes lo ayudarán a proteger a su hijo y de paso enfrentarse a unas creaturas cazadoras de hombres cuya misión quizá va mucho más allá que un simple deporte.

Primero que nada, baje usted sus expectativas. “Predator” (1987) es una obra maestra que a lo largo de los años ha probado ser insuperable. No, este no es un regreso al filme protagonizado por Arnold Schwarzenegger, ni en calidad, ni en tono, ni nada. Shane Black, director de “El Depredador”, de hecho, aparece en aquella película en el papel de Rick Hawkins, esto en el mismo año que se estrenó “Lethal Weapon”, hecha con su primer guion. A partir de ahí Black se convirtió en un nombre de culto para las comedias de acción, hasta que en 2005 dirigió su primera película: “Kiss Kiss Bang Bang”. Diálogos ágiles, comedia inteligente y personajes violentos y complejos formaron su estilo y lo siguieron también en “The Nice Guys” (2016) y su esencia se mantuvo incluso en su intervención con Marvel Studios en “Iron Man 3” (2013). Shane Black se volvió un nombre respetado y de cierto prestigio, si alguien iba a hacer una buena secuela de Depredador, ¿quién mejor que él, que incluso aparece en la mismísima cinta que inició todo?

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