La Iglesia Católica tiene como creencia que ese día fue que Jesús exhaló por última vez, es por esta razón que manda a sus fieles a ayunar para sacrificar el cuerpo de los gustos.
Como parte de la celebración religiosa en este día, siguiendo una antigua tradición, en la capilla no se celebra la Eucaristía y sólo se adoradora la cruz.
El color de la sangre
El vestuario del sacerdote y el diácono es de ornamentos rojos, en recuerdo de la sangre derramada por Jesucristo en la cruz. Los obispos participan en esta celebración sin báculo y despojados de su anillo pastoral. Antes de iniciar la celebración, el templo se presenta con las luces apagadas, y de no ser posible, a media luz.
El comienzo de esta celebración se hace en silencio. El sacerdote se postra frente al altar con el rostro en tierra, recordando la agonía de Jesús. El diácono, los ministros y los fieles se arrodillan en silencio unos instantes. El sacerdote, ya puesto de pie, se dirige a la sede donde reza una oración colecta.En seguida, estando los fieles sentados, se inicia la Liturgia de La Palabra: se proclaman dos lecturas, la primera del profeta Isaías.
Después de la segunda lectura, sin aclamación, se proclama el relato completo de la “Pasión según San Juan”, en cuya lectura participan varias personas, leyéndose los papeles de Jesús (por el diácono o el sacerdote), el cronista por una persona y el Sanedrín (las personas que aparecen en el relato) por otro, siendo un seglar el que informa de lo que se va a ir realizando a lo largo de ésta celebración, al igual que en el día anterior.
La homilía es algo más breve de lo habitual debido a lo extenso del Evangelio.
Oración universal
La Liturgia de la Palabra finaliza con la “Oración universal”, hecha de manera solemne. Se ora por la Iglesia, por el papa, por todos los ministerios —obispos, presbíteros y diáconos— y por los fieles, por los catecúmenos, por la unidad de los cristianos, por los judíos, por los que no creen en Cristo, por los que no creen en Dios, por los gobernantes, y por los atribulados.