La presencia de chinches, un insecto de unos 7 milímetros de largo, desató una oleada de psicosis en París, a menos de un año de los Juegos Olímpicos, obligando al gobierno a actuar.
«Las chinches son una fuente de ansiedad (…) y un auténtico calvario para los afectados», reconoció la primera ministra, Élisabeth Borne, ante el Parlamento.
Este insecto, que se alimenta de sangre humana, desapareció casi por completo de la vida cotidiana en los años 1950, pero resurgió en las últimas décadas por los cambios en el modo de vida.
En Francia, las chinches protagonizan desde hace días videos virales en las redes sociales que denuncian su presencia en el metro, trenes o cines, que no se confirmó en todos los casos.
«Creo que no es un motivo de pánico generalizado«, advirtió en la radio France Inter el ministro de Salud, Aurélien Rousseau.
Pero las consecuencias de sus picaduras –desde irritación hasta problemas de sueño, ansiedad o depresión– y su compleja erradicación alimentaron la psicosis desatada.
Pasajeros del metro examinando su asiento antes de sentarse se ha convertido en algo habitual. «Tengo la impresión de verlas por todas partes», asegura una usuaria de la línea 11.
«Estos pequeños insectos están sembrando la desesperación en nuestro país«, denunció la diputada izquierdista Mathilde Panot con un frasco de chinches en la mano en el Parlamento.
El malestar obligó al gobierno a reaccionar, máxime cuando París se prepara para acoger en julio y agosto los Juegos Olímpicos y Paralímpicos y a millones de visitantes.
«Chinches, mosquitos y ratas podrían aguar la fiesta», alertaba el diario Le Parisien, recordando que otras sedes olímpicas como Londres y Sídney afrontaron problemas similares.