Hay ciudades que se prestan a los viajes en pareja. Que no hace falta decorar con filtros ni forzar con planes. Palma es una de ellas. Tiene esa luz suave que embellece los rostros al atardecer, un ritmo más lento que obliga a caminar juntos, y calles que parecen hechas para perderse de la mano. Pero si lo que buscáis es una escapada donde el romanticismo no esté marcado por la agenda de un tour, sino por la libertad de improvisar, entonces la carretera es vuestra aliada.
La manera más sencilla de ganar esa libertad es alquilar coches en Palma de Mallorca. Porque no hay nada más poco romántico que esperar un autobús con 20 desconocidos, ni más anticlimático que mirar el reloj antes de cada desplazamiento. Con un coche, Palma deja de ser un punto fijo en el mapa y se convierte en el inicio de una historia contada kilómetro a kilómetro.
La isla que cambia con cada curva
Mallorca sorprende por lo compacta que es y, al mismo tiempo, por lo mucho que contiene. Basta con conducir 30 minutos hacia el norte para que el mar desaparezca tras una cortina de montañas verdes. Media hora hacia el este y las calas escondidas toman el relevo. Lo especial de un viaje romántico aquí no está solo en los destinos, sino en los trayectos entre ellos.
En cada curva de la Serra de Tramuntana se abren nuevas vistas. Cada parada improvisada es una excusa perfecta para una foto, un beso, o simplemente para escuchar el silencio. No hay que recorrer cientos de kilómetros para sentir que estáis lejos de todo. A veces basta con salir de Palma y dejar el GPS en pausa.
Primera parada: un café y vistas sobre la ciudad
Antes de abandonar la capital, vale la pena madrugar. No por obligación, sino para ver la ciudad despertar desde lo alto del Castillo de Bellver. Allí, mientras los barcos empiezan a moverse en el puerto y la catedral se tiñe de dorado, podéis tomar un café traído en termo y empezar el día con perspectiva.
El castillo, del siglo XIV, es uno de los pocos de planta circular en Europa. No solo es historia: es el mejor lugar para ver Palma sin que nadie os moleste.
Valldemossa y Deià: pueblos con alma
Una de las carreteras más bellas de la isla une Palma con Valldemossa, un pueblo que parece hecho para los que escriben cartas de amor. Chopin pasó aquí uno de sus inviernos más famosos. Sus calles de piedra, las macetas con flores en cada rincón, los portales con frases dedicadas a la Virgen: todo parece susurrar calma.
Muy cerca, Deià ofrece otro tipo de magia. Más salvaje, más bohemia. Las casas se abrazan a la montaña, los senderos bajan hacia el mar, y los atardeceres sobre la Cala Deià son pura postal. Aquí, reservar una noche en una casa rural con vistas es una inversión en recuerdos.
La carretera que se convierte en plan
Hay viajes donde el trayecto es solo un medio. Este no. La carretera que lleva a Sa Calobra, con sus curvas imposibles y paredes de roca que se estrechan sin previo aviso, es en sí misma una aventura. No apta para impacientes, pero sí para los que disfrutan del camino. Y al final, como recompensa, la desembocadura del Torrent de Pareis y una cala entre montañas que parece esculpida para dos.
Playa, sí… pero sin multitudes
Un secreto mal guardado de Mallorca es que, aunque reciba millones de turistas cada año, todavía tiene playas donde el único sonido es el del agua. La clave está en el coche.
Es Trenc, por ejemplo, sigue siendo una de las más bonitas. Arena blanca, agua transparente, dunas y pinos detrás. Si vais temprano, podréis aparcar cerca y elegir sitio a la sombra. Otra opción menos conocida es Cala Varques, que requiere un tramo a pie pero recompensa con tranquilidad absoluta.
Dormir donde no llega el autobús
El coche no solo sirve para moverse. Os permite dormir en lugares donde el transporte público no llega y donde el silencio es parte del servicio.
Algunas recomendaciones:
- Son Viscos (Valldemossa): solo adultos, jardín privado y desayuno en la terraza.
- Sa Pedrissa (Deià): antigua finca con vistas al mar, piscina infinita y calma total.
- Cases de Son Barbassa (Capdepera): rodeada de olivos, perfecta si queréis combinar campo y costa.
- Comer lento, sin prisa ni formalidades
El viaje romántico ideal también se saborea. Mallorca es tierra de cocina honesta, hecha con lo que da la tierra y el mar.
Recomendaciones reales:
Cena con vistas en El Olivo (Deià): cocina mallorquina reinventada, ideal para una ocasión especial.
Tapas en Can Joan de S’Aigo (Palma): el chocolate caliente y la ensaimada son casi obligatorios.
Picnic improvisado en Cala Tuent: pan moreno, sobrasada, queso de Maó y una botella de vino blanco fresco. Todo comprado en un mercado local antes de salir.
Consejos prácticos para conducir y disfrutar
Automático si no sois fans de las cuestas: la Tramuntana tiene pendientes considerables.
Apps como Parkopedia ayudan a evitar vueltas innecesarias en pueblos con aparcamiento escaso.
Respeto por las zonas protegidas: Mallorca cuida mucho sus entornos naturales.
Llevad siempre agua, crema solar y una manta para parar en cualquier parte y tumbarse bajo un pino.
Conclusión: el coche como cómplice del recuerdo
Palma de Mallorca puede vivirse de muchas formas. Pero para una pareja que busca intimidad, belleza, espacio para la sorpresa y momentos sin reloj, no hay nada como tener un coche y una isla entera por descubrir. No hace falta recorrer mucho. Lo importante es hacerlo juntos, sin mapa cerrado, dejando que el paisaje —y el amor— marquen el ritmo.