Pese a que se trataba de un viaje rápido, el hombre no pudo volver sino hasta catorce meses después, cuando llegó a la playa del atolón Ebon, en las islas Marshall, Pacífico Sur.
Durante los 483 días que estuvo navegando, sobrevivió a base de pescado crudo, tortugas, pequeños pájaros, agua de lluvia y su propia orina. Su amigo Ezequiel había fallecido hace meses.
“Tienes que trabajar en vivir, trabajar por tu vida”, contó Alvarenga al periodista norteamericano Jonathan Franklin, quien escribió un libro sobre su historia.
En el texto, el protagonista narra que no tenía comida ni agua y estaba solo, pero que espera que sus vivencias le sean de ayuda a cualquier persona que o necesite.
“Si yo pude conseguirlo, también tú puedes. Si una persona con depresión evita el suicidio gracias a leer esto, el libro ya habrá sido un éxito”.
Alvarenga está convencido de que si no hubiera sido pescador habría muerto y que sobrevivió gracias a lo aprendido durante 15 años en el mar, informa ABC.
La basura que hay en el océano fue una aliada para el náufrago que llegó a reunir más de 70 botellas de plástico que usaba para almacenar agua de lluvia.
También utilizó una pieza de espuma de poliestireno del tamaño de un colchón para que su barco fuera más visible desde el aire y así atraer a aves para comérselas.
Tras ser rescatado por habitantes del lugar, tuvo que volver a embarcarse para ir al hospital y lo hizo forzado, pues no soportaba la idea de regresar al mar.
Ahora, explica, acaba de comprarse una lancha para perder el miedo, algo que forma parte de la terapia médica que sigue tras el naufragio.